sábado, 29 de octubre de 2011

Sociedad y Educación...


Ana Giorgana
calidad de vida emocional...
La educación es en cierto sentido una de las preocupaciones más apremiantes de los padres de familia. La gran mayoría de ellos trabaja e intenta que sus hijos tengan una educación de calidad. Aquellos que pueden hacer un esfuerzo y pagar escuelas privadas para que esta forma de enseñanza recaiga en sus hijos y estos tengan mejores oportunidades de desarrollo.
Las escuelas públicas y privadas cada día llenan más sus matrículas de jóvenes que desean estudiar. Algunos de ellos, no tanto, sino que no se plantean realmente lo que desean en sus vidas e ingresar a una universidad para obtener un grado profesional, es lo que sigue como meta en la vida, para después, incorporarse al mercado laboral.
Existe un desequilibrio entre la oferta educativa y la demanda laboral.
Las escuelas plantean una gran ilusión: miles y miles de jóvenes de todo el mundo se encuentran en las aulas preparándose para un “mejor futuro”.
Una falacia que es insostenible. Las fuentes de trabajo cada vez requieren de una mayor especialización o bien de labores que las personas con una profesión no desean realizar. Se han preparado para ser profesionistas y sin embargo su preparación dista mucho de ser de calidad y de esmero.
No todas las comunidades educativas y por supuesto tampoco todos los jóvenes cuentan con una educación escolarizada deficiente, pero en su gran mayoría, muchos de ellos que se jactan de ser profesionistas no cuentan con los elementos mínimos de estructura en lo que se supone realiza un profesional. Para empezar cuentan con errores ortográficos importantes que da como consecuencia una pobre estructuración de lenguaje, de redacción y de hablar, por lo menos de una manera abstracta y dinámica en lo que se refiere a su quehacer.
Este solo hecho nos pone de manifiesto como esos “profesionistas” han recibido una educación mediocre y muy por debajo de lo aceptable. La gran mayoría del profesorado de educación superior con los que he tenido contacto se quejan de que los alumnos no quieren leer. Les da flojera hacer ensayos, claro si los saben hacer. No se esfuerzan más por aprender y contar con una formación profesional de calidad.
Los jóvenes en las aulas muestran su descontento cuando un maestro les pone malas notas o bien observa que no existe un análisis ni un aprendizaje de los temas. Copian y pegan de autores desconocidos, no los citan y además se molestan cuando se les hacen las correcciones pertinentes.
Por otra parte el maestro, el educador se siente desmotivado de entrar en contacto con alumnos flojos y perezosos que no tienen ningún interés en su aprendizaje. Al final el docente ya lo sabe, ya estudió, ya lo aplica y se supone que es un experto y por tal motivo lo enseña.
El tema de la educación y las aulas universitarias a las que me estoy refiriendo es un problema complejo. No se trata de los alumnos o de los maestros sino de un sistema en el que intervienen diversos factores como son: económico, político, de contenidos, sociales, de disciplina, del amor al conocimiento, de tener una educación integral con visión humanista y no solo informativa.
Desde mi punto de vista aquella educación de la que estamos siendo partícipes también se ha convertido en un gran negocio para diversas comunidades educativas. Sabemos que no existe la demanda del empleo y sin embargo seguimos formando profesionistas en los diversos ramos de la ciencia, la tecnología, las profesiones blancas, liberales, etcétera.
La demanda y la oferta educativa es muy amplia pero la educación que se otorga dista mucho de ser integral, de calidad y formativa.
La educación es mucho más que aprender, es mucho más que enseñar. No solo basta con que se adquieran conocimientos y un título universitario. La escuela o la educación tienen una función social importante. En ella desde pequeños aprendemos a socializar, a compartir, relacionarnos con los otros. También aprendemos la tolerancia, las diversas formas de vida de nuestros compañeros, sus núcleos familiares, la inclusión y el respeto.
Además de que nos forma en aquellos aspectos de la inteligencia emocional y racional. Aprendemos operaciones, abstracciones, opiniones, críticas, juicios y también a elaborar cadenas de razonamientos y a generar conocimiento.
Parece que la educación su valor y función distan mucho de llevar a cabo su objetivo en la vida social. Sin embargo, no es la educación sino aquellos que están a cargo de dichas instituciones, de la sociedad en su conjunto.
La educación como todas las situaciones sociales de importancia se muestran mediocres, sin sentido.
Desde mi punto de vista se requiere una educación basada en lo humano, en lo integral y sobre todo en la calidad, en una realidad de hacia dónde queremos que nuestros jóvenes y niños apunten para el mañana.
Niños y jóvenes son nuestro capital más preciado en todos los sentidos: ¿por qué entonces no invertir en ellos desde una postura más ética y
responsable?
Pero todos tenemos que participar, tenemos que comprometernos y estar atentos a qué tipo de educación están recibiendo nuestros hijos. Quiénes son las personas que los modelan el resto del tiempo que no se encuentran en casa. Cuáles son esas exigencias, disciplina y qué es lo que deseamos que aprendan y experimenten en sus aulas.
El gran reto del siglo XXI es una educación de calidad para construir el tipo de sociedades que necesitamos con individuos integrales en todos los aspectos de su vida.
Gracias por leerme, mi misión es la calidad de vida emocional y su impacto en lo social.
cecreto52@gmail.com

viernes, 28 de octubre de 2011

Salud Emocional y los Duelos...

El Duelo Inconcluso

Autor: 
Ana Giorgana

Los duelos inconclusos siempre se manifiestan en los pensamientos, sentimientos y acciones. Las personas experimentan una gran tristeza y no logran reponerse de un ayer que ya no volverá jamás.

Vivir en el pasado recordando y añorando aquella situación, aquella relación o aquél empleo no permite una libertad emocional en el presente, pasamos la vida sin vivirla, más bien sobrevivimos porque consideramos que no contamos con el poder de sanar las heridas de una ayer perdido.

Suspiramos por loq ue tuvimos y dejamos de ver lo que si tenemos ahora en nuestra existencia y lo que hemos aprendido.

Estar atados a condiciones del pasado nos enfrenta con la soledad, la tristeza, la amargura y a una vida sin sentido y sin recursos internos para sanar. Toda pérdida, todo quiebre siempre nos pueden llevar al crecimiento y al desarrollo personal. Los duelos inconclusos carcomen el alma y la vida misma.