Cerrar experiencias del ayer es una necesidad de todos los seres humanos. Cuando nos detenemos en un ayer perdido para siempre el costo es un alto sufrimiento y una vida llena de dolor y sin brillo. Los momentos del ayer son aquellos que hoy nos constituyen como personas y requerimos seguir caminando siempre hacia adelante.
Centrarse en lo que estuvo, en lo que fue y hoy ya no está es no poder tomar el momento presente en nuestro día a día y en lo cotidiano de la existencia. Pero aferrarse a una condición pasada implica no poder dar entrada a nuevas experiencias, a nuevas personas, a lugares distintos que esperan ser vividos por nosotros mismos.
Cerrar un ciclo que puede ser amoroso o no, se hace en el silencio, en la distancia, en la reflexión. Si con los sentimientos a flor de piel y con el desgarre que deja el vacío de haber terminado con ese gran amor, con ese trabajo, con ese hijo, en aquél sitio donde vivimos.
Pero el alma grita: Tenemos que seguir!