miércoles, 8 de febrero de 2012

La aceptación...

Parece mentira pero por momentos nos cuesta trabajo aceptar lo que a todas luces son hechos objetivos para cualquier persona. Nos peleamos con una situación o circunstancia porque no acabamos de aceptar que las cosas o las personas se conducen determinada manera, nos guste o no, queramos o no.  

Tal vez, nos gustaría que las cosas fueran diferentes, que el o ella cambiaran para que yo sea muy,  muy feliz, o que no tenga tanto enojo, tanta rabia o quizá tanta desolación.

No me refiero a que no duela, no me refiero a que no cause estragos. La realidad es que en un inicio cuando tenemos una situación difícil o crítica, generalmente la negamos, sentimos que no está sucediendo y finalmente no queda de otra a apechugar lo que nos está pasando, lo que estamos viviendo.  

La negamos por lo doloroso que puede ser en ese momento, y cuando contamos con mejores herramientas nos atrevemos a correr el velo y descubrir lo que ahí se encuentra.  Y entonces, frente al reconocimiento, berreamos, lloramos, andamos buscando un muro de lamentaciones. 

Quisiéramos encontrar un sólo culpable para propinarle toda nuestra furia, nuestro enojo, nuestra impotencia y desesperación.

Por lo menos en este momento hemos pasado de la negación a la ira y a la tristeza. Luego, pensamos que tal vez sí… dejaramos esto o hiciéramos lo otro las cosas cambiarían. Pero de nuevo nos damos cuenta que ni haciendo ni quitando, ni resurciendo, ni emendando las cosas cambian. Sino que por el contrario, las cosas son como son.

Una vez pasado todo el proceso, finalmente llegamos a la aceptación. Toda pérdida así se vive, un proceso doloroso a cuál más. Pero no hay remedio tenemos que transitarlo. Una relación que se termina, la pérdida de un trabajo, expectativas no cumplidos, sueños desmoronados, hijos que se van de casa, la pérdida de la salud.  

También existen procesos de duelo que se llevan a cabo en situaciones para bien, como por ejemplo cuando nos cambiamos a una nueva ciudad, a una casa mejor.  Sentimos el júbilo por lo nuevo, pero también la tristeza por el cambio.  Por supuesto que existen intensidades en las pérdidas, no todo significa lo mismo en la vida.  Por supuesto que no es lo mismo perder una mascta muy a amada, que a un  ser querido.  No es lo mismo perder diez pesos que perder cien mil.

La intensidad de lo que queríamos que fuera y no es así, es una experiencia muy dolorosa porque representa toda nuestra implicación en el asunto, le echamos todas las ganas, aguantamos, asumimos y todo para qué, para que alguien o alga decida que ya no quiere, que ya no le importa el proyecto o que, mejor cada quién se quede con su vida.

La aceptación de las circunstancias es un proceso que nos lleva a vivir de una manera más realista, menos romántica y tal vez, más satisfactoria.  Aceptar las condiciones que vivimos buenas, malas o regulares, es la única posibilidad de poder cambiarlas.  El único cambio para tales fines es el interno, no hay más, nadie va a hacer nada para dar un viraje a nuestras vidas.

La aceptación tiene que ver que aunque yo quiera que el mundo cambie, las cosas son de determinada manera.  Es decir, yo quiero un matrimonio feliz y comprometido, y le pongo mi entusiasmo, mi entrega y mi solidaridad, pero sí el otro no quiere recibirla, no le interesa trabajar por la pareja, tiene otras prioridades. Entonces aún cuando yo lo desee intensamente no podrá ser. En este caso es que tengo una relación que no me satisface del todo, o acepto que así voy a vivir toda mi vida, o bien, decido cambiarla, terminarla.  De lo contrario, voy a seguir desgastándome en esa relación que no me da lo que yo quiero o necesito.

Igualmente pasa con la aceptación es dejar de cambiar a las personas y que cada uno se haga responsable de lo suyo y que tenga sus propias consecuencias positivas o negativas. Dejar de controlar, dejar de rescatar a los demás, dejar de creer o pensar que las cosas diferentes a lo que son nos mantiene muy ocupados de los demás, llámese, madre, padre, hijo, pareja, trabajo.

También por momentos no aceptamos que nosotros somos como somos. Por el contrario, nos regañamos, nos ofendemos, nos sentimos víctimas y nos maltratamos.  Al no aceptar nuestras situaciones, nuestras circunstancias, nuestros sentimientos, quiénes somos, cómo somos, generalmente estamos atrapados en una relación de exigencia con nosotros mismos y con los demás.

La aceptación significa que yo soy quien soy. Qué hago las cosas como ya las se hacer y además así me gustas. Qué tengo estas circunstancias de vida, este cuerpo, este momento y así es… Ahora lo importantes es cómo voy a ser para ser mejor, claro sí es que eso es lo que deseo…

La aceptación tiene que ver con situaciones como el clima, sí llueve cúbrete, sí hace frío tapate, sí hace calor ponte más cómodo.  Aligera tu carga porque aunque no quieras que llueva, seguirá, aunque no quieras tus situaciones las tienes. Aunque no quieras afrontar ciertos problemas tendrás que hacerlo.
Partamos de la aceptación y realidad de nuestras condiciones y de nuestra propia persona. Partamos que la aceptación nos permite dar un rumbo diferente a nuestra vida. Partamos de la aceptación a nosotros mismos y los demás. Partamos que cada persona es quiere ser como es, no como esperaríamos.

La aceptación nos permite darnos cuenta que la vida son ciclos, momentos, momentitos y grandes momentos. Aceptar que en la existen momentos de gloria pero también de penurias. De felicidad compartida y por momentos, de una gran soledad. Aceptar que perdimos, ganamos, estamos sanos o enfermos, que de pronto lloramos y otros días reímos a carcajadas. Que por momentos es necesario mostrarse humilde y otros no tanto. Que tocamos las debilidades y los miedos y también la fortaleza y los talentos.

En la aceptación se acepta la paz y la armonía como condiciones menos estresantes. La aceptación lleva a verme como un ser humano capaz de derrumbarme y volverme a levantar.

La aceptación significa que hoy estamos malhumorados, pero tal vez más adelante no. La aceptación requiere de ser más compasivos con nosotros mismos y con los demás. Menos exigentes, la aceptación es volver a tomar fuerzas para emprender de nuevo el camino hacia nuestros objetivos, hacia nuestros sueños, hacia la realización personal.

Después de todo sólo tenemos que aceptar que tenemos una sola vida, qué hacemos con ella es una elección. Cómo queremos vivirla es una responsabilidad. Y aceptar que yo soy el único que tiene que aceptar lo aceptable o inaceptable es una condición personal.

O aceptamos que somos seres individuales compartiendo este mundo con otros, a los que amamos, a los que no tanto, pero aceptar que lo único que puedo hacer es vivir mi vida como mejor pueda hacerlo?  Piénselo, tal vez, valga la pena intentarlo…

Aceptarnos a nosotros mismos es el primer paso, dejar de cambiar y controlar a los demás es el segundo y después que cada quien se ocupe de sus propias necesidades y deseos y si en el camino queremos compartirlas mucho mejor.

El proceso de aceptación es muy importante en la vida en pareja, sí te interesa conocerlo, visítanos y conoce tu circunstancia.

Cecreto es un centro dedicado a la calidad de vida emocional…

La aceptación es la primer condición para cerrar ciclos en la vida

También puedes escuchar el audio sobre este tema