El Dr. Aaron Beck es un psiquiatra estadounidense creador de la Terapia Cognitivo Conductual.
Ha estudiado los diversos factores que entran en juego en el Odio, la Ira, la
Violencia y la Hostilidad en un libro que lleva por nombre: Prisioneros del Odio.
Existen, de acuerdo a este autor, diversos mecanismos ocultos
que desencadenan el odio, la hostilidad
y la ira. Más allá de la situaciones apremiantes que se vivan o experimenten
dentro de un contexto social. Tales dinámicas
se encuentran inmersas dentro del individuo, experiencia, percepción y
cognición. Aquello que él considera una amenaza a su integridad, posición
ideológica, percepción o interpretación de un suceso.
Un exagerado enfoque obsesivo y egocéntrico acerca de imponer
su interpretación a los hechos de la realidad externa. Una intolerancia extrema hacia el resto de
las personas. La intolerancia hacia las diversas posturas ideológicas, sociales
o políticas. Atribución de la maldad a
un objeto o sujeto externo – fuera del sí mismo-, que desata la ira justificada
desde su óptica e inicia un discurso
desafiante y hostil contra el adversario.
Basta ésta sola descripción para reconocer algunos de los
puntos que el Sr. Donald Trump muestra en todas y cada una de sus
intervenciones en público, seguramente en privado, será más despectivo e
insultante. No solo los mexicanos son los causantes del abuso hacia los EU
existen otros grupos sociales que también se han aprovechado de la gran
potencia. El problema es que el Sr. Trump considera esta situación como una
afrenta personal:
Qué grandiosidad egocéntrica y fuera de toda proporción,
diría Aaron Beck, una disonancia cognitiva cobra vida en su interior, en su
interpretación y la proyecta hacia el exterior. Todos los que no somos sus
iguales somos sus enemigos. Y a los enemigos, es necesario aniquilarlos, acosarlos,
infundirles miedo, acabarlos. La construcción
del muro es una de sus grandes amenazas para infundir pánico entre las
personas. Crear una fortaleza llena de nacionalismo que solo a él le benefician
en su personalidad intransigente.
Donald Trump muestra minuto a minuto esa forma de interpretación
de la realidad con toda su energía, cólera y odio. Su lenguaje es totalmente
congruente con su compostura física, ademanes y lenguaje no verbal. La maldad de su perspectiva se encuentra
fuera de sí mismo y de los EU, por supuesto.
Esta maldad se encuentra fuera. Su lenguaje, su forma de
expresión a sí se manifiesta. Una retórica llena de adjetivos, insultos,
descalificaciones sin planteamientos reflexivos y realistas. Atropella con
adjetivos y calificativos denigrantes al enemigo. Pareciera, que la cultura, la
buena palabra, el bien decir no son lo suyo.
Esta forma de ver el mundo y el enemigo afuera, dice Aaron
Beck: “crea un odio entre individuos y grupos. Se convierten en prisioneros de
un mecanismo de pensamiento primitivo”.
Las generalizaciones y absolutos en su discurso representan esta forma
de pensamiento unilateral, recurrente y circular.
El gran problema de este tipo de pensamientos o formas de evaluar la realidad es que crea de
manera recurrente una imagen distorsionada del otro, el enemigo al que se tiene
el derecho de hostilizar y odiar. Causa de la intolerancia y los prejuicios
tanto personales como de etnias y naciones.
Justamente es lo que hace el Presidente Donald Trump. Es
Megalómano, egocentrista, dramático, lleno de ira, un discurso que dice todo
pero al mismo tiempo no resiste ningún análisis serio. El problema es que es el
Presidente de uno de los países más poderosos del mundo y que sus acciones,
decisiones, ocurrencias tienen una repercusión a nivel mundial en lo político,
económico, social y encona a las personas que viven hasta dentro de su mismo
tan “amado y querido Estados Unidos”
La falta de conciencia frente a las repercusiones de su odio,
ira, violencia es otra de las grandes fallas de su apreciación de la realidad.
En otro artículo he hablado sobre cómo con un solo twitt de este personaje el
mundo tiembla.
El odio es el detonante principal de la política de Donald
Trump. Implacable. Lleno de ira ha emprendido una verdadera cacería de brujas
al mero estilo Medieval.
La pregunta más importante frente a esta situación que a mí
me intriga es:
¿Qué está ocurriendo en el mundo para que líderes de esa
naturaleza emerjan en un mundo globalizado e incluyente cómo es el de hoy?
La respuesta no es fácil de ninguna manera. Los factores que
entran en juego son enormes. Las variables a considerar no están disponibles
del todo.
Sin embargo, vale la pena reflexionar sobre este tipo de
personalidades que ponen en riesgo la estabilidad de los países y del mundo.
Es realmente preocupante que una personalidad con tales
rasgos, gobierne uno de los países más poderosos, y ponga en riesgo soberanías, personas,
familias, individuos, economías, gobiernos
y promueva un odio rampante entre personas que han luchado por ser
vistas, incluidas y ser sujetos y actores sociales las diversas sociedades.
Nadie es responsable de nacer mexicano, musulmán o de
cualquier otra categoría. No obstante, para el Sr. Donald Trump es suficiente
para poner restricciones, muros y lanzar desprecios y enconos.
¿Cómo será la existencia interna de una persona llena de odio
y desprecio?
¿Qué experiencia de existencia tiene en su mundo interno?
Como psicóloga puedo comprender algunas de las aristas de
esta personalidad, pero, no dejo de cuestionar
y observar que este comportamiento abusivo, seguramente, se encuentra en
su experiencia de vida. Tal vez, sí, quizá no.
Mi opinión es estrictamente personal como psicóloga y
profesionista.
Ana Giorgana