sábado, 9 de julio de 2011

El valor y la persona...

Artículo publicado en milenio diario en mayo 2011
Los seres humanos estamos conformados por diversas áreas que se distinguen única y exclusivamente para su estudio y comprensión. En realidad la experiencia de los seres humanos es única e integral, es decir, holística.
Las sociedades modernas se encuentran centradas en el rendimiento, en la productividad y por supuesto que privilegian de manera notable el aspecto de la inteligencia. Según diversos autores destacados el grado de ésta determina el éxito y el fracaso de una persona.
En cierto sentido es una verdad a medias. Porque la inteligencia y las decisiones se ven siempre entretejidas con los sentimientos, las creencias, los valores y por supuesto las acciones. En este sentido, la gran mayoría de las conductas que un individuo puede presentar están enraizadas en el valor y la percepción que se tiene del sí mismo.
¿Cómo opera y funciona este mecanismo?
Desde antes de tener conciencia de quiénes somos y cómo nos vamos conformando como individuos, estamos expuestos a otros. En un primer momento son los padres y la familia nuclear. En seguida la familia extensiva. La colonia, la escuela los clubes y todas las personas con las que de alguna manera sostenemos interacciones y vínculos significativos y pasajeros.
Cada porción de estas vivencias va ayudando a construir la personalidad de un ser humano. Por tanto, para saber quiénes somos necesitamos estar en contacto y en relación con otras personas. La manera y el modo en que esos otros hablan de nosotros van conformando creencias internas que echan raíces de manera inconsciente y que con el tiempo dan sus frutos en aquello que pensamos de nosotros mismos.
“Tanto si creo que soy un pobre diablo como si no, de cualquier manera tengo razón”.
Así de simple y así de grave. Al transcurrir de los años ya no importa lo que dice el afuera, sino aquellas palabras que nos decimos a nosotros mismos cuentan con un peso enorme sobre la determinación de la posición que alcanzaremos en este mundo.
Por tal motivo la infancia es una etapa crucial en los seres humanos. Dependemos al cien por ciento de los adultos que tienen su propia percepción del mundo, de la educación, de los valores y de sus formas de comprender la responsabilidad. En este sentido, esos infantes, están a merced de adultos que cuentan con sus propias biografías y experiencia de vida.
Los seres humanos no contamos con un desarrollo lineal, sino por el contrario, dinámico que va generando actitudes en el comportamiento. Las actitudes son una cualidad emocional positiva o negativa hacia alguien o algo. De ello, depende de qué manera vamos a entrar en contacto con la vida, con las personas, con el trabajo o bien con aquellos que tenemos que educar y formar.
Sería interesante tomar unos minutos para reflexionar y contestar unas pequeñas preguntas como:
-¿En qué creo?
-¿Cómo me percibo a mí mismo?
-¿Qué pienso de mi trabajo?
-¿Cómo veo a mi familia?
-¿Estoy conforme con mis logros?
-¿Cuáles son mis actitudes frente a la vida, la familia, el trabajo, la sociedad y el mundo en general?
Con esas respuestas podremos obtener una gran revelación de por qué nuestras acciones en cualquier ámbito están siendo las que vemos y comprender por qué estamos recibiendo los resultados que obtenemos: en relaciones, dinero, éxito, fracaso, etcétera.
Desde hace años se habla del valor de la persona. La importancia de la autoestima y de la construcción de personalidades más sanas y fuertes que se generan mediante la congruencia, la disciplina, los buenos modos y por supuesto el respeto.
El gran problema es que la mayoría de los adultos viven distanciados de sí mismos en su mayoría. Consideran que si ellos fueron educados en la rigidez y falta de amor.
Ahora como padres tienen que hacer lo mismo. O bien, lo contrario, se tornan complacientes y no son capaces de establecer límites claros en la educación de sus vástagos.
La tarea de educar es compleja en un mundo como el de hoy. Pero es necesario insistir que solo mediante la valoración personal y el aprecio a la propia persona es posible lograr una buena adaptación en una sociedad que plantea retos importantes para todos:
adultos, jóvenes, niños, personas de la tercera edad e incluso para los que cuentan con capacidades diferentes.
Educar desde la parte humana del ser humano de una manera integral es:
1.- Estar atentos a las principales cualidades y talentos del otro.
2.- Comprender que todo aprendizaje siempre lleva a errores que dan la posibilidad de entender cómo no se hacen las cosas para dirigir las acciones a la práctica constructiva.
3. Que todo aprendizaje social, emocional e intelectual requiere repetición, hábito y que no se dan las destrezas de la noche a la mañana.
4.- Solo a través de la toma de conciencia es posible hacer y lograr el cambio de lo que deseamos lograr.
5.- Que los niños y los adolescentes se encuentran en un proceso de desarrollo y que no pueden contar con los ritmos de los adultos estresados y llenos de prisa y de prioridades de adultos.
6.- Mirarlos con una conciencia de aprendizaje y no de exigencia adulta.
7.-Alentarlos, motivarlos, hacerlos que piensen, que jueguen, que construyan mundos, porque al fin y al cabo, su imaginación industriosa es lo que les corresponde vivir.
8.- Enseñarles que todo sentimiento es importante y avalar sus experiencias de miedo, tristeza, duda, cansancio y felicidad.
Pero sobre todo enseñarles el valor de su persona. El respeto a sus pensamientos, creencias, experiencias y habilidades y talentos. Permitir que se expresen y apoyen sus pensamientos y amarlos intensamente para que sientan que son una parte importante en este mundo. Evitar en la medida de lo posible situaciones lastimosas como son el abuso, la violencia, el control y la indiferencia.
Si bien es cierto infinidad de adultos nos hemos visto envueltos en una biografía con carencias, violencias, desapegos en todos los sentidos, pero no por ello, quiere decir que sea la mejor manera de apropiarnos de los niños y los adolescentes.
En otros artículos he insistido que tanto niños como jóvenes necesitan adultos responsables que les muestren el valor de la vida, la riqueza de sus experiencias y sobre todo que les muestren los límites de actitudes sanas y constructivas.
Lamentablemente no es así, las relaciones de poder parece que siempre se entrometen en las interacciones de los seres humanos. Lo vemos en el trabajo, en los negocios, en la política, en la escuela (bullying), en los clubes, con los amigos, en las parejas, familias, etcétera.
Bien es verdad, pero estos desequilibrios en las formas de relación están en condiciones de ser tratadas cuando se trata de iguales. Pero los niños no son los iguales de los adultos dependen de ellos, su psicología y comprensión del mundo está en función de su tamaño físico.
Insisto por tanto que requerimos de contar con mecanismos orientados hacia la facilitación del desarrollo infantil, y protegerlos y enseñarlos que nadie debe ni tiene el derecho de violentar, bajo ninguna circunstancia su experiencia de vida.
Pero para ello, los primeros que tenemos que empezar hacerlo somos nosotros mismos.
Sin autoestima es difícil que cualquier persona pueda salir airosa en un mundo tan complejo y competido como es el de nuestros días. Nuestra labor es colaborar para construir individuos más valerosos consigo mismos. Esa es la única manera viable de rendir cuentas a una sociedad que todos queremos sea un mejor lugar para vivir para ellos y para todos.
Gracias por leerme, mi misión es la calidad de vida emocional y su impacto en lo social.
www.cecreto.com
Ana Giorgana