jueves, 6 de septiembre de 2012

La importancia de lo que decimos...


Las palabras construyen el lenguaje. Una de las características del ser humano es la posibilidad de contar con un sistema estructurado plagado de significados y significantes que le permiten construir su identidad, su ser, su sociedades y al mismo tiempo, la posibilidad de darle un sentido a la experiencia.

Pero quizá muchos de nosotros nos preguntamos qué es la experiencia? La experiencia es aquello que da sentido a nuestra existencia. Aún cuando dos personas tengan la misma experiencia, sus impresiones, su vivencia no puede ser igual, no se equiparan en lo que se refiere a su significado.


Es decir, el lenguaje es el camino mediante el cuál nuestra personalidad va adquiriendo forma, sustancia y estructura. Algunos filósofos han denotado este fenómeno específicamente humano: “aquello que yo te digo en tu presencia, tu lo vas a vivir en tu existencia”


Esta frase impregnada de profundidad y traducida a las conductas humanas, quiere decir, que aquello que decimos a los que están con nosotros, eso es exactamente lo que nos van a reflejar, parece un mecanismo complejo, sin embargo, representa una de las realidades humanas que se nos demuestran día a día:


 Sí un niño es formado en la crítica, en el no hacer nada bien, en sólo estar atentos de sus errores pero no de sus aciertos. Y lo significamos como: tonto, irresponsable, flojo, descuidado, sin consideración, etc. La conducta que nos va a dar, o la única manera que puede demostrar su ser, su existencia, después de tantas veces que se lo hemos dicho es precisamente esa: SER TONTO, IRRESPONSABLE, FLOJO, DESCUIDADO Y FALTO DE 


CONSIDERACIÓN.

Nuestras palabras le han construido una realidad interna que sólo es posible confirmar mediante su conducta. El resultado es la insatisfacción de todo aquello que hace, no importa qué, al final él o ella se sienten insuficientes.

Por el contrario, sí un niño es formado en la adulación en tomar en cuenta sólo aquello que hace bien, su brújula interna está orientada a sus habilidades y capacidades, sin embargo, también existe un desequilibrio. El chico crecerá creyendo, pensando, sintiendo, que todo lo que él o ella hacen es correcto, está bien. Craso error, formamos, construimos seres narcicistas, con egos inflados, que creen que su paso por el mundo es brillante, cualquier cosa les parece poco, siempre sienten que el mundo necesita adaptarse a sus cualidades. Lo cuál representa un serio problema en la construcción de una identidad que tiene que vivir por fuerza necesaria en una realidad social.


Indudablemente es mucho más alentador crecer en un ambiente en el que se alaban las potencialidades y habilidades, que se refuerzan y se alientan de acuerdo a la realidad, pero de acuerdo a la experiencia personal. 


Es decir, si un hijo tiene habilidades para las artes, promover su interés, que sí es para las ciencias estar conscientes de ello, o tal vez, para las relaciones públicas o las ventas, centrar ahí el interés.


Las realidades humanas y como existencias humanas me refiero a lo que cada persona cuenta en su individualidad no a lo que nosotros esperamos de ellas. Lamentablemente construimos a los demás: nuestros hijos, nuestros padres, parejas, amigos, ámbitos sociales y laborales, de acuerdo a lo que nosotros damos por sentado de ellos o ellas, es decir, de acuerdo a nuestras expectativas. Y perdemos de vista la riqueza del otro, lo que sí nos pueden dar, estamos tan centrados en lo que hemos construido mediante nuestras palabras y expresiones frente a lo que no nos deben otorgar de acuerdo a lo que esperamos de ellos.

Y entonces soltamos frases como:
 Me defraudas.
 Me decepcionas.
 No esperaba eso de ti.
 Me has traicionado.

El resultado es que tanto el otro como nosotros nos sentimos insatisfechos en la relación, a través de nuestro lenguaje construimos a un otro que en realidad no existe, el otro tiene toda la libertad de ser como es, de actuar como le plazca de acuerdo a su personalidad, contexto y entorno.


Dónde queda entonces la importancia del lenguaje. En el libro Los cuatro acuerdos, de Miguel Ruiz, comenta:

SEAMOS IMPLECABLES CON NUESTRAS PALABRAS

Puesto que aquello que yo hablo del otro, también habla de mí, es decir, hablar, utilizar el lenguaje para significar a otros, también está hablando de mí mismo. Es decir, hablo del otro, me refiero al otro, pero en realidad estoy hablando de mí mismo. Lo que expreso habla de mi manera de ver el mundo, de mis creencias, de mis verdades y también de mis errores y prejuicios.


La importancia del uso del lenguaje, expresar exactamente lo que queremos decir con palabras que signifiquen aquello que quiero que se me entienda, pero a veces, no utilizo las palabras adecuadas para ser comprendido. Será que es problema de los otros, o será que es un aprieto en el que yo mismo me he metido?


Sí el lenguaje construye, sí es importante decir, aquello que verdaderamente necesito y quiero expresar, porque algunas veces dudo y me detengo ?. Algunos tips en el arte de hablar bien y significar a otros y a mí mismo para lograrlo:

 SER CLARO

Decir exactamente lo que necesito expresar. Quiero que me acompañes al cine a ver tal película. Claro aquí caemos en un problema. El otro puede decirnos, no me gusta, no tengo ganas.


 SER ESPECÍFICO


Centrar exactamente mis peticiones en lo que requiero, no caer en recriminaciones del pasado, que no llevan a ningún lado. Tú nunca quieres hacer lo que a mi me interesa. Pero el otro, sea quién sea, no tiene la obligación de adecuarse a nuestros intereses. Puede hacerlo, pero no es una exigencia.


 SER DIRECTO Y ASERTIVO


No dar rodeos. No dar largas. No permitir que los conflictos lleguen a su punto álgido. Y expresar exactamente lo que se quiere decir.


 ACTUAR DE MANERA REALISTA


Establecer parámetros dentro de lo posible no de lo probable. Lo cuál quiere decir, dentro de lo que se quiere lo que se puede.


El lenguaje construye y sí yo creo que mi realidad es imposible, eso será: terrible, llena de dudas, sin posibilidades para resolver los conflictos, o problemas. Pero si creo que puedo o que tal vez, existe una forma de resolverlo, lo resolveré.

Las palabras construyen nuestras realidades. La reflexión y la invitación es seamos impecables con nuestras palabras, y yo agrego no sólo con nuestras palabras, con las emociones y acciones que llevan esas palabras.

Por que el conjunto de palabras, emociones y actitudes crean nuestras realidades. Las preguntas a reflexionar son:

Qué quiero de mi vida, y como lo expreso?
Qué quiero de los demás y cómo se los transmito?

Por tanto, seamos impecables con nuestras palabras, porque ellas expresan nuestro ser y con ellas creamos nuestra realidad y de los demás que tanto amamos.

Sí esta columna le parece interesante escríbame y si no también.

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