Periodismo de calidad...
Ana Giorgana
Terapeuta y Experta en temas de calidad de vida.
El fenómeno
de la migración no puede verse únicamente como un factor económico que permite
un cierto respiro a las familias en su entorno. Es indudable que esta
circunstancia de los migrantes afecta de manera importante el tejido social de
las comunidades en las que se observa con mayor frecuencia.
Al partir
alguno de los padres de familia, o ambos, los lazos familiares se fracturan y
quedan problemáticas que no han sido atendidas en aquellas personas que son
actores pasivos de este fenómeno. Principalmente los niños, los adolescentes, y
en muchos casos, las mujeres se convierten en cabezas de familia.
La
fragmentación de los vínculos familiares violenta de entrada la composición de
esas sociedades y de cada uno de los miembros que la componen, principalmente,
los más pequeños. Si bien es cierto, cuentan con una mejora económica, no
siempre esta situación redunda en un mejor bienestar y calidad de vida.
La
experiencia con las personas que se quedan en sus hogares sufre una
transformación importante. Hijos que tal vez no vuelvan a saber de sus padres.
Pequeños que quedan a cargo de madres con una gran responsabilidad. Cuidados y
educados solo por mujeres. La figura masculina, por lo general, brilla por su
ausencia.
Y es
literal. Brillar por la ausencia en un sentido psicológico quiere decir padres
idealizados que no conocen, que se los imaginan y que no se encuentran
presentes en sus vivencias más profundas y en sus logros y fracasos de vida.
Ausentes por completo en su desarrollo.
En mi
experiencia en estas comunidades y en el vivir con ellos sus procesos de cura
en talleres y cursos me he podido percatar que estas grandes ausencias de ambos
padres o de algunos de ellos, deja importantes huellas de abandono en la
psicología de estas generaciones que se quedan esperando el regreso o anhelando
el encuentro para irse a unir con ellos.
Su propia
realidad psicológica se encuentra marcada por un cierto descuido, justificado o
no, la vida psicológica profunda no conoce de razones. Únicamente se vive y se
experimenta la realidad de los hechos desde una psicología en formación.
La otra cara
de la migración tiene que ver con los que se quedan. Con los que no migran pero
a fuerza de vivirlo acaban por migrar en sus emociones. Parte de sus raíces se
han ido. Algunos volverán otros no.
Los que
corren con una mejor suerte quedan al cuidado de un familiar que los cobija.
Otros, sin en cambio, padecen los maltratos, el abuso y hasta la violación de
tíos, primos o hasta de las mismas familias. Muchos de ellos, no reciben el
fruto económico que se les envía.
Abandonados
a su suerte quedan en su experiencia. Ésta es una población que requiere ser
atendida en su vida. Es una voz que se ahoga porque no ha sido escuchada, y
eso, es lo más preocupante.
Requerimos
repensar no sólo en los que se van que también cuentan con sus propios
conflictos y problemática, pero quedan aquellos que necesitan atención, cuidado
y que merecen una mejor calidad de vida en su individualidad y en sus
comunidades.
Mirarlos es
ver una parte de ciertos grupos de mexicanos que también tienen una historia
que contar y que ser escuchada. Es una responsabilidad que nos corresponde a
todos y cada uno de los que vivimos en este país.
Es necesario salir de una
corta visión de la migración y sus implicaciones.
Gracias por
ser parte de esta columna.