lunes, 23 de mayo de 2011

El dolor de un padre...

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El dolor de un padre...

Mayo 2011

Calidad de vida emocional

Ana Giorgana

Este artículo fue publicado en días pasados en el Diario Milenio Puebla.
Todos hemos sido testigos de lo que pasa con los padres que han perdido un hijo en manos de situaciones violentas. Padres indignados que recurren a todo tipo de manifestaciones para clamar justicia por su dolor y drama personal

La gran mayoría de los ciudadanos sentimos en carne viva su desconsuelo, su rabia y su indignación. Muchos somos afortunados de no vivir esos episodios. Pero eso no quiere decir, que ese hijo que es muerto en manos de una situación de confusión, de impotencia y de fallas en la seguridad de los ciudadanos, lo cual le corresponde al Estado garantizarla.

Estar a merced del propio cuidado es una necesidad en estos momentos en México. Pero parece que las marchas por la paz, la unificación y organización de la ciudadanía no son suficientes para matizar esas olas de violencia en donde una gran cantidad de jóvenes inocentes mueren.

Los hijos son la representación de un proyecto de vida. En ellos nos miramos porque son una parte consustancial de nosotros mismos afectivamente hablando. Gracias a ellos nos levantamos todas las mañanas, salimos a trabajar, buscamos el sustento y también intentamos guiarlos de la mejor manera en un mundo como es el de hoy.

La pérdida de un hijo es uno de los acontecimientos más dolorosos que puede vivir un ser humano. Por ley natural no es algo que suceda con frecuencia. Generalmente primero mueren los padres y los hijos continúan con sus proyectos de vida. Pero en el caso contrario, como es el que estamos viviendo, los padres se consumen, se acaban, su dolor es enorme y desean justicia y reivindicación.

Nada puede ya devolver la vida de ese hijo, pero me parece loable que estos padres, luchen, se muevan, convoquen a la ciudadanía, se muestren frente a los medios de comunicación en protesta por las faltas de garantía mínimas como es el tránsito seguro y libre por el territorio nacional.

Al morir un hijo en situaciones trágicas, principalmente existe un síndrome que se conoce como “padres despojados”. Y prácticamente, así es, le han arrebatado uno de sus afectos más importantes. La vivencia es de sentirse desposeídos frente a la tragedia inminente de la pérdida de los hijos.

Un proceso de duelo muy intenso se desencadena, y desde mi experiencia como terapeuta, es un luto que no se cierra !jamás!

En el proceso de duelo se viven diversas etapas una de ellas es la conmoción ante el acontecimiento, sobre todo, en situaciones de pérdida repentina y violenta. Es difícil salir del shock, impacta tanto el acontecimiento, que se le conoce como estrés post traumático. A las personas les cuesta trabajo digerir el acontecimiento por lo brutal de la realidad emocional.


Posteriormente, se desencadena un sentimiento de pena aderezado con rabia, impotencia, enojo, ira e incluso violencia. La impotencia cobra lugar como un sentimiento frustrante que se muestra como indignación y una gran necesidad de justicia, y es importante, hacer notar que frente a una pérdida de un ser importante en la vida, necesariamente recorre este proceso de duelo, pero en lo referente a un evento trágico, se recrudece aún más.

La negación un mecanismo que ayuda a preservar la cordura, se dispara porque no posible procesar, al menos por el momento, el evento: “no puede ser”, “no lo creo”, “no puede ser que esto me esté ocurriendo a mí”. Este mecanismo si lo observamos bien, vemos a la persona como en otro mundo, aislado, por momentos, se observa hasta cierta frialdad y distancia afectiva. Y en esas situaciones es una forma de supervivencia psicológica.

Entre la negación y el trauma aparecen también sentimientos depresivos. La depresión en un estado que nos lleva a llorar, a estar tristes, a no consolarnos con nada, a experimentar un vacío en el alma. Recordemos que este tipo de eventos se viven como si se arrancara la piel del cuerpo. Nada más existe que el dolor de la ruina emocional.

Aunado a ello, se encuentra el enojo y la ira que se entremezclan con reclamos, “por qué Yo”, “¿por qué a mí” y en este caso: ¿por qué a mi hijo? O buen, en frases como: “era un buen muchacho”, “no se lo merecía”.

Finalmente llegan los momentos de intensa culpa y aceptación.  La culpa se experimenta cuando sabemos que no hemos dado lo suficiente y recordamos todos los momentos en los que no estuvimos disponibles para ellos.

En el fondo sabemos que tenemos que aceptar la situación. Aprender a vivir sin esa persona. El duelo puede ser corto o durar años. Pero en casos de padres despojados, este sufrimiento, aunque se mitiga, no se concluye nunca.

Los padres no vuelven a ser los mismos. Parte de su trascendencia y significado de vida se ha ido, se ha esfumado. La aflicción se apodera de su vida interna y jamás recobran la brújula del bienestar. No quiero decir con ello, que no se recuperen. Lo que quiero señalar es que siempre existe una herida de pesadumbre, de pena y desolación interna.

El recuerdo siempre se hace presente. Por ello, en este caso, una forma de hacer algo digno por la vida de su hijo, el periodista Javier Siscilia promueva marchas, movimientos porque tiene sed de justicia. Me parece un acto valiente, porque pese a su aflicción, lo pone al servicio de todos los mexicanos, para que no suceda más con los hijos de otros.

Su movimiento es entendible y defendible. Los mexicanos, todos, eso considero, nos sentimos tan indignados como él. Puedo ver su pena y comprender su indiganción.

Un llamado a ser más sensibles y menos tolerantes con las olas de violencia.

Por supuesto, que una cosa es ver las imágenes en la televisión y otra muy distinta sentirlo. Si logramos mostrar una actitud empática frente a todos estos acontecimientos:

-      Usted como se sentiría si estuviera en esa situación?
-      Qué haría?
-      Cómo cambiaría su vida en un solo instante?
-      Qué acciones emprendería?

Nadie puede saber cómo se siente el otro, pero si podemos demostrar nuestra solidaridad y continuar alzando la voz en nuestra vida para que no sigan sucediendo estos actos de barbarie contra la ciudadanía.

Aunque vivamos en alejados de esa situación nos compete como mexicanos, por lo menos, ser solidarios y clamar en nuestro espacio, justicia y un México más seguro.

Gracias por leerme, mi misión es la calidad de vida emocional y su impacto en lo social.

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