sábado, 21 de mayo de 2011

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Las manifestaciones por la paz

Calidad de vida emocional

Ana Giorgana


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  • 2011-04-09•Tendencias

Todos los seres humanos, en general, queremos un mundo de paz, de tranquilidad y de poder disfrutar nuestra vida y nuestros países.
Estamos viviendo un mundo convulsionado y de desajustes en infinidad de campos. La seguridad, la lucha por la libertad en Medio Oriente, la fallas éticas de una gran mayoría de los líderes políticos en todo el mundo, pero en México también lo estamos sufriendo.
Al mismo tiempo, el poder y el dinero a costa de lo que sea parece ser una tónica en este mundo actual. Las grandes corporaciones y los dueños de la economía la mueven y la zarandean a su antojo. Unos cuantos quieren dominar el mundo, y de hecho así es, mediante prácticas monopolizadas y de competencias, algunas de ellas, no tan legales.
Estamos siendo testigos de un cambio importante en el planeta y la naturaleza. En parte, porque la Tierra es un planeta vivo que también está sujeto a cambios por su propia naturaleza y también porque las atrocidades de la civilización han acelerado o incrementado este proceso.
Parece que nada es tan seguro ni lo económico, ni lo social, ni la naturaleza.
Japón, una economía tan fuerte, se vuelve tan indefenso frente a los fenómenos naturales. Y frente a ello, qué podemos hacer cuando la fuerza arrasa con fuerza todo lo que hemos construido con esfuerzo y por generaciones milenarias.
Los sistemas políticos de tantos años también se están derrumbando porque la gente quiere libertad, paz, tranquilidad, trabajar y vivir en armonía. Pero en lo individual, tantos factores externos nos sacan de nuestro centro, además de la problemática y circunstancia de vida que cada uno en lo personal, tenga que resolver.
Hoy más que nunca estamos globalizados. La muestra de las marchas a nivel mundial fue una demostración del asunto. Los seres humanos estamos tendemos más hacia el bienestar que hacia el malestar y una pobre calidad de vida.
Esa manifestación social en todo el mundo da muestras de que quienes conformamos esta sociedad, somos todos los individuos, y por tanto, necesitamos trabajar en conjunto para erradicar tanta violencia en el planeta.
Pero cada uno por separado se encuentra con una gran responsabilidad en este rubro. Existen infinidad de personas comprometidas con lo mejor, con crear mejores condiciones de vida, con participar, con contribuir para que las condiciones sean las mejores para todos.
Es un hecho que consterna que tengamos que perder a los hijos en manos de unos cuantos que deciden arrancar la vida de jóvenes, de niños, de mujeres. Las formas y maneras de tratar con la vida humana está cobrando dimensiones escandalosas. Pero no estamos hablando del que roba porque tiene hambre, me refiero a las grandes corporaciones del crimen organizado que decide quien sí y quien no debe estar en este mundo.
La manifestación por la paz dada en días pasados me parece que es un llamado de: ¡Ya basta! Y un grito silencioso y desesperado de querer para nosotros y para las futuras generaciones un mundo más ordenado y más humano.
Requerimos volver a la ética del ser humano. Es decir, regresar a la moral porque lo observamos en imágenes en estos tiempos son actos grotescos, burdos, vulgares y hasta primitivos de la conducta humana. Volver a la ética es saber las normas mínimas de comportamiento que se requieren para vivir como ser humano, tanto para nosotros como para la sociedad.
Estamos tan alejados de ella porque la moral ética se encuentra en la conciencia de cada individuo, grupo, sociedad. Por lo pronto, lo que nos resta es empezar por nuestro entono, por nosotros mismos, por nuestra familia y también requerimos ser más exigentes en cuanto al comportamiento ético y moral de quienes nos representan.
Me parece que aunque intentemos cerrar los ojos, todos requerimos participar y estar atentos para construir y exigir relaciones más sanas en todos los sentidos, social, política y económica.
De manera que si todos estamos ávidos de paz, empecemos al menos por hoy, por nosotros mismos. Y abramos nuestra conciencia a la reflexión. Al pensamiento moral que dirija la conducta sobre todo para quienes somos un modelo como son nuestros hijos.